Hace unos años un amigo escribía: Una comprensión mínimamente cabal del devenir de nuestra vida individual nos hace conscientes de hasta qué punto nuestras supuestas trayectorias y logros son posibles gracias a las trayectorias y logros de personas que nos abrieron caminos, a cuyos hombros nos encaramamos o con las que compartimos proyectos.
Acabamos de vivir un fin de semana intenso con el recuerdo comunitario que va desde Carabanchel en julio 1983 al Colegio El Recuerdo en julio 2023. Es el momento para hacernos conscientes de cómo hoy, 40 años después, nos “encaramamos” en los hombros de todas aquellas personas que abrieron un camino y crearon una historia de la que hoy somos partícipes.
El cantautor catalán Joan Baptista Humet hablaba a inicio de la década de los 80, en la canción “Hay que vivir”, sobre la necesidad de “poner la cara al viento/aventurarnos a soñar/¡hay que vivir!…/antes de nada hay que vivir”. Y un tiempo después Sabina cantaba aquello de “…siempre hay un fuego/que se enciende en Madrid/…siempre hay un sueño/que se despierta en Madrid”.
Nuestros 40 años de comunidad son ejemplo de ello. Mujeres y hombres que a finales de los 70 e inicios de los 80, buscando su vocación y una respuesta a la llamada de Dios, se ponían “de cara al viento” para soñar y para encender una historia comunitaria que hemos ido haciendo nuestra a lo largo de estas cuatro décadas.
El pasado sábado 1 lo recordábamos, primero escuchando a quienes han prestado un servicio a la comunidad desde la presidencia y traían a tantos nombres y lugares que han sido mediación de Dios en nuestra historia, y después haciendo “encarnación” real de la vocación en la vida personal, familiar, profesional y social de quienes son parte de nuestra comunidad. Dios se hace presente en su trabajo de acompañamiento a mujeres que sufren violencia machista, a quienes están en su último momento de vida, a quienes descubren que pueden ser cauce de diálogo en una sociedad polarizada, a quienes asumen la responsabilidad de afrontar de cara la crisis ecosocial que vivimos y de cuidar una creación que hoy está en riesgo.
Un día no para mirar atrás con nostalgia o para ensimismarnos internamente sino para ser conscientes de que hemos de seguir mirando hacia delante y hacia fuera. Nuestro recuerdo agradecido a los 40 años de existencia ha de ser la excusa para hablar menos de CVX y más de colaboración, de sinodalidad, de diversidad y pluralidad. Estar en el mundo y ser de él, porque seguimos a un Dios encarnado, al Dios de Jesús de Nazaret. Estar en la Iglesia porque nada de lo que le ocurre nos es ajeno, somos parte de ella y asumimos explícitamente una corresponsabilidad.
Aún nos queda un momento más de celebración. Después de haber pasado por Manresa en febrero, Málaga en marzo y Madrid en julio, estaremos en Celorio en el mes de octubre. Con el deseo de ser humilde “sal y luz” en nuestras vidas y en nuestro mundo.
Eduardo Escobés
Presidente CVX-E
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