
Por Saskia
CVX en San Sebastián
La primera vez que escuché la palabra acompañamiento, en referencia a un acompañamiento espitirual, fue en alguna de las reuniones de inicio de curso de mi grupo de monitorado de tiempo libre. La verdad que aunque sonaba muy bien no terminaba de sentirme atraída por esa “herramienta” que nos ofrecían para profundizar en nuestra fe. No fue hasta los 23 años, en una experiencia de voluntario internacional donde uno de los requisitos era tener una persona acompañante designada, que empecé en esta aventura; o eso creía yo.
Las primeras veces que quedaba con mi acompañante me sentía nerviosa y tenía dudas: ¿Qué le cuento? ¿Esto puedo decir? ¿Lo estaré haciendo bien? Sin embargo, hoy en día, diez años más tarde, cada vez que nos vemos voy con ganas e ilusión, ganas de charlar, de compartir, de encontrarme con Dios y de encontrarme conmigo misma. Porque para mí el acompañamiento es eso, encontrarme con la persona que me acompaña, pero sobre todo encontrarme conmigo misma y situarme en mi relación con Dios, gracias a esa persona que te hace de espejo, que te refleja, que no te da soluciones concretas pero hace que la perspectiva desde la que ves el mundo y te ves a ti sea poniéndote delante de ese espejo en el que se encuentra Dios.
Sin embargo, no podemos obviar que el acompañamiento no es únicamente esos momentos concretos y citados con una persona que camina cerca de ti y te ayuda a reflejar tus sentimientos y situaciones, donde tú llevas unas dudas e incertidumbres o, en épocas de consolación, alegrías y confirmaciones. Me costó tiempo darme cuenta, y aún hoy hay veces que tardo en ser consciente; pero en mi experiencia he aprendido que el acompañamiento va más allá de esas reuniones. Es cierto que en este momento de mi vida hay una persona a la que denomino mi acompañante, sin embargo hay decenas de personas que también hacen esa labor, a veces conscientemente y otras sin saber la gran tarea que realizan.
¿O acaso cuando aquella profesora que da parte de su tiempo no remunerado para preguntar cómo están las cosas en casa no es también acompañar? ¿O ese entrenador que tras el partido perdido anima al equipo a seguir confiando y a poner en valor sus virtudes no hace esa labor de acompañamiento? Tampoco podemos olvidar a la familia, a las amistades y a todas esas personas que nos sostienen y reflejan en nuestra realidad para que podamos seguir avanzando y construyendo Reino.
Por tanto, repensando lo escrito al inicio de este texto tengo que corregirme, ya que quizás sí que fue en esa reunión de monitorado la primera vez que presté atención a qué era el acompañamiento, pero puedo asegurar que la primera vez que tuve un acompañante no fue en ese viaje de voluntariado. Por supuesto mi familia y amistades han sido mis primeros acompañantes en esta vida, poniéndome delante de mi realidad en infinidad de ocasiones y escuchando y observando humildemente mientras recorro mi camino. Tampoco me puedo olvidar de un número importante de profesores y profesoras que han dedicado tiempo y recursos que iban más allá de su labor como docentes, siendo parte importante de mi infancia y juventud. Y qué decir de los grupos de tiempo libre y de referencia, si eso no es acompañar…y no hablo únicamente de la persona monitora que acompaña a la juventud, sino de cómo las personas con más experiencia o las personas que comparten contigo la tarea son también personas que, muchas veces sin querer, te acompañan en muchos aspectos vitales, incluido el espiritual. Te colocan frente a Dios a través de sus conversaciones, de sus acciones, de sus ánimos y de sus hombros, donde a veces también nos toca descansar. Tampoco podría olvidarme de las personas con las que actualmente comparto la vida: mi familia y amistades, mi comunidad de CVX, mi comunidad Magis, y personas con las que he tenido el privilegio de poder trabajar. Todas ellas también hacen una labor de acompañamiento conmigo, a veces con facilidad y otras veces con más piedras en el camino, muchas puestas por mí. Sin embargo, todas ellas son personas que me ayudan a encontrarme con Dios y hacen que me cuestione continuamente el camino por el que le busco, con el deseo de seguirle de la mejor manera posible.
Siento que el haber tenido este amplio acompañamiento y, por supuesto, el tener el privilegio de tener al acompañante que tengo desde joven, me ha dado herramientas para escuchar a Dios con más profundidad, para ir contemplando el camino recorrido y para poner en infinidad de ocasiones luz al que venía por delante. No me queda más que agradecer a Dios haberme dado el privilegio de sentirme tan bien acompañada en esta vida.
Las opiniones e ideas que aparecen en los artículos publicados desde Acompañ-arte son responsabilidad de las personas que los han escrito y, por tanto, no necesariamente coinciden con los de CVX-España como institución.
0 comentarios