Hace unes semanas, mi esposa y yo celebramos, con la familia y los amigos de juventud, nuestros 52 años de casados (el covid no nos permitió celebrar los 50), y eso me movió a hacer balance del viaje, que en términos marineros podríamos decir que ha sido como una larga travesía en una vieja goleta que salió de puerto con una tripulación inexperta, una cartografía incompleta, mucha ilusión y poco bagaje. La travesía se inició con buena mar y buen viento, pero eso duró un tiempo. Lógicamente hubo de todo: calma chicha, marejada, temporal, mar de fondo, bonanza, mar gruesa y hasta escollos que amenazaban la integridad del buque.
Afectado aún por mi balance, en la siguiente reunión de “grupo de vida” oí decir que en la pareja no solo se ha de dar la fidelidad conyugal, también se ha de dar la fidelidad al proyecto, y esto último me impactó. Salí de la reunión pensando:
… la fidelidad al proyecto… ¿a qué proyecto?, ¿al de ser felices?, ¿al de ser y sentirnos amados?, ¿al de paternidad o maternidad? Entiendo que todos esos anhelos, están contenidos en el proyecto, pero hoy sé que no son el proyecto y que cuando confundimos el anhelo con el proyecto la erramos. El proyecto es un proyecto de donación mutua, de entrega mutua en cualquier situación y en cualquier circunstancia, salvo en las que prevalece la falta de respeto a las personas (trato vejatorio, violencia y prepotencia) sea en el seno de la vida conyugal o de la familiar y su entorno.
El proyecto contiene el compromiso de apoyo y ayuda mutuo:
- en todas las circunstancias y en todas las situaciones personales,
- en las decisiones comunes y en las decisiones personales,
- aportando todas nuestras cualidades y todas nuestras habilidades. (los talentos del evangelio), tanto las congénitas como las adquiridas.
Pero también somos seres limitados y vulnerables, ya venimos con defectos “de fabricación” que no son fáciles de identificar (la biología, la psicoterapia y la psicología nos lo recuerdan, y nosotros lo experimentamos), algo así como que venimos de fábrica con “un sistema operativo” vulnerable, al que después añadimos otros elementos, unos acertados y otros erróneos, falsos o inciertos (como pueden ser las creencias, la ideología, la cultura familiar, la cultura social, la cultura profesional, o las actitudes que vamos adoptando durante la vida, y así un largo etc.) que conforma nuestra mochila de herramientas: unas siempre útiles, y otras que hay que vigilar, cuidar y reparar.
Esas vulnerabilidades afectan al proyecto y quedan incorporadas a él, y hacen necesario el uso del apoyo y la ayuda mutua para superarlas (¿la corrección fraterna?), a lo que hay que añadir paciencia y tolerancia, porque la “reparación de defectos”, congénitos y adquiridos suelen requerir tiempo y espacio (no se trata de una paciencia y una tolerancia pasiva o sumisa, sino todo lo contrario: activa, emprendedora y creativa).
Y con eso llegamos a las conclusiones: ¿no será un proyecto para crecer juntos como personas?, ¿no será un proyecto para crecer en humanidad?, ¿no será un proyecto que nos conduce a la casa del Padre, cogidos de la mano, para decirle: Padre hemos cumplido con la tarea que nos diste: hemos vivido, y hemos vivido a fondo?
Jesús de Nazaret vivió su vida a fondo, lo dio todo, y se dejó matar diciendo: ”Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (¿estaba pensando en los errores de “software” que mencioné?). Inspirémonos en Él. Detectemos y corrijamos los errores de “software” ayudándonos mutuamente y confiando en la ayuda del Señor, porque el “proyecto de pareja”, “el proyecto de vida en común”, no es nuestro, es de Él.
Ginés de Mula
CVX-Pere Favre en Barcelona
Gracias GInés por tu compartir, a los que ya estamos en los 48 de matrimonio, nos ayuda conocer vuestra experiencias.
Un fuerte abrazo,
Amparo