Séder de Pésaj: una noche milenaria que nos conecta con la última cena de Jesús

El pasado sábado 9 de abril, algunos miembros de la comunidad CVX de Valladolid nos juntamos en la casa Magis para celebrar el Séder del Pésaj.

El Séder es un importante ritual judío que se celebra el día 14 de Nisán (primer mes del calendario hebreo bíblico, que comienza su cuenta a partir de la salida de los hebreos de la esclavitud en Egipto). El principal objetivo de esta celebración es transmitir el mensaje de la libertad del pueblo de Israel a las nuevas generaciones.

El ritual del Séder (cuyo significado es orden, secuencia) está regido por la Hagadá, que es un libreto que describe en 15 símbolos la esclavitud de los hebreos en Egipto y la epopeya que condujo a su liberación por parte de Moisés. Durante el ritual se suceden los relatos bíblicos, los cánticos y las oraciones.

Los elementos principales de este banquete son:

–        Kidushim: 4 brindis con vino que se hacen a lo largo del ritual y que celebran los cuatro verbos utilizados en el mensaje de Dios a Moisés: os quitaré de encima las cargas de los egipcios, os libraré de vuestra esclavitud, os rescataré con brazo extendido, os adoptaré como pueblo mío y seré vuestro Dios.

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–        Keará o Plato del Séder: una bandeja con 6 alimentos-simbólicos:

o   Beitzá: es un huevo marrón y representa la dureza del corazón del Faraón.

o   Zeroa: es un pedazo de carne asada como el primer alimento, en recuerdo del sacrificio de Pésaj (que también se asaba).

o   Maror: son las hierbas amargas (principalmente la lechuga romana) o el rábano picante. La maror simboliza la amarga esclavitud en Egipto. Se puede untar en el jaróset para que tenga un leve sabor dulce.

o   Jaróset: es una mezcla dulce de manzanas picadas, nueces picadas, miel, canela y un poquito de vino rosado (para dar color). Esta mezcla marrón y pastosa, simboliza la alegría de pasar de la esclavitud a la libertad y, a su vez, su color y textura nos recuerda el color de los ladrillos y argamasa que fabricaban en Egipto.

o   Karpas: un vegetal que no tiene porqué ser amargo (puede endivia, patata cocida), representa el renacimiento de la naturaleza en primavera y se remoja en agua salada como símbolo de la tristeza del pueblo de Israel, en agua con sal para conmemorar las lágrimas de los hebreos por el trabajo forzado.

o   Matzá (matzot en plural): masa de pan sin fermentar. Además de recordarnos la noche del éxodo en el que el pueblo de Israel debió salir apresuradamente sin fermentar el pan, se come pan ácimo porque la levadura hace crecer al pan, simboliza el engreimiento. La matzá representa la humildad y aceptación de una voluntad superior.

Este ritual es el que, según los evangelios, celebró Jesús con sus discípulos la noche de jueves santo como despedida. Jesús cumple con la tradición de sus ancestros, pero al final del banquete, lo hace todo nuevo. Él es el nuevo cordero inmolado por nosotros, el pan se convierte en su cuerpo que se entrega y el brindis con vino en su sangre derramada para nuestra salvación. Sus discípulos no lo entienden aún, pero ese gesto llegará hasta nuestros días.

Y nosotros, como comunidad, nos juntamos a rememorar cada paso de esa cena. Compartimos el pan ácimo, las hierbas amargas, las verduras bañadas en agua salada que nos recuerdan los sufrimientos de la vida, pero que se compensan con el dulzor que nos llama a la esperanza y, por último, el banquete, el cordero que salvó a los hebreos en Egipto y que ahora nos salva a nosotros en esta nueva alianza.

Nos vamos adentrando en la velada a través de los 15 símbolos de Séder, entremezclando el rito hebreo con los textos evangélicos. El tiempo discurre entre alabanzas, brindis, algunas torpezas de los que no saben muy bien qué paso va primero y cual después, mezclando bromas y risas con momentos más sosegados, tomando algunas “licencias” para adaptar el rito a nuestros gustos culinarios, pero sobre todo viviendo momentos de común-unión, de traer a la mesa a tanta gente con la que compartimos la vida del día a día. Un anticipo de lo que viviremos durante el triduo pascual.

Muy avanzada la noche, subimos a la capilla y hacemos oración a través de la danza. Bendecimos la tierra, a los que tenemos cerca, a los que tenemos más alejados y a Dios que vive en nuestro interior.

Poco a poco vamos recogiendo el día. Mientras se apuran las copas seguimos compartiendo nuestra vida y hablamos de la experiencia vivida. Lo hacemos con agradecimiento a las manos que lo preparan, a los que están pendientes de los detalles, a los que se entregan por los demás y pensamos en repetirlo.

Al final, el Séder no es algo propio de nuestras tradiciones, pero tiene sitio entre ellas. Nos conecta con otros, nos hace vivir la universalidad del Mensaje y nos ayuda a entender de donde venimos.

Ojalá en el futuro esta experiencia pueda enriquecer a otros. Yo, sin tengo la oportunidad, repetiré sin dudarlo.

César Velasco

CVX en Valladolid

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