COMUNICAMOS SIEMPRE – Editorial de nuestra revista nº 68

Hace tan sólo unos cuantos años el poder y el prestigio en nuestra sociedad estaban centrados en las tierras a través de una regla de tres: a más posesión, más reconocimiento. Así se vivía en nuestras aldeas. El conocimiento era de unos pocos que habían tenido la oportunidad de formarse con el sacrificio familiar. A finales del siglo XX las tierras perdieron su valor, sobre todo en el mundo rural, y dejaron paso a la información. Quien tenía la información, tenía el poder. Sin embargo, hoy, ya en el siglo XXI, podríamos decir que la información se ha democratizado a través de Internet y ha dejado de ser “poder” en sí misma. Porque ahora, lo importante es gestionar bien la información y la comunicación. Ya no llega con tener el mensaje, es preciso y urgente gestionarlo de manera adecuada para que se entienda correctamente, para que llegue a las personas que queremos lo reciban, para que la opinión publicada en nuestros medios de comunicación recoja el sentir, también, de la minoría.
La Iglesia no está ajena a esta situación. Ya el Concilio Vaticano II marcó las líneas generales a seguir, reconociendo la labor de los profesionales de la comunicación y valorando positivamente el mucho bien que pueden hacer “los altavoces” de nuestra sociedad.

Han transcurrido más de cuarenta años desde que se publicó el “Decreto Inter Mirifica” y los desafíos que la comunicación presenta a nuestra Iglesia exige formación y buen uso de la misma. En el año 2005, Juan Pablo II escribía una carta a los responsables de las comunicaciones sociales y explicaba: “La Iglesia no ha de contemplar tan sólo el uso de estos medios de comunicación para difundir el Evangelio sino, hoy más que nunca, para integrar el mensaje salvífico en la “nueva cultura” que precisamente los mismos medios crean y amplifican. La Iglesia advierte que el uso de las técnicas y de las tecnologías de la comunicación contemporánea es parte integrante de su propia misión en el tercer milenio”.
Pero los ritmos eclesiales son lentos por naturaleza. La Iglesia en Italia, por ejemplo, está en primera fila gestionando la información, comunicando con modernidad, descubriendo la “pastoral de la comunicación” y ejerciendo un liderazgo agradecido para toda la Iglesia que peregrina en el mundo. España se encuentra en proceso, aunque bien es cierto que “muchas líneas de tren ya se han perdido”.

Y como no podía ser de otra manera, CVX apuesta en este momento por introducirse en este nuevo mundo pastoral por varias razones: porque nuestra misión está en esta sociedad actual y debemos empaparnos de ella; y porque somos seres que comunicamos siempre y debemos aprovechar las herramientas que nos ayudarán a ofrecer el mensaje. En este sentido, CVX en España acaba de crear un nuevo equipo apostólico, el de comunicación.
Ya no se trata de “hacer una revista”, ni siquiera de informar de actividades a miembros de las comunidades. Se trata de COMUNICAR, y el ejemplo está en los Evangelios. ¿Cómo comunicaba Jesús? ¿Cuáles eran sus actitudes a la hora de comunicar? Porque comunicamos con las palabras, con los gestos, con un cartel, con una sala de reuniones; comunicamos con una vela, con la cruz en la pared, con una sonrisa; comunicamos con la escucha atenta, con el silencio, con nuestra ropa, con nuestro color; comunicamos con nuestras miradas, con nuestra acogida. Comunicamos a nivel individual y a nivel eclesial.

CVX en España inicia una nueva etapa intentando responder a la llamada de Nairobi para procurar crecer en la construcción y articulación de ese cuerpo apostólico que debe incidir en una acción transformadora en el mundo. Estamos llamados a servir para hacer presente aquí y ahora el Reino de Cristo. Por eso, este nuevo equipo apostólico empapará sus vidas de Dios y le dejará actuar a Él. El objetivo que se le encomienda es “potenciar y mejorar una comunicación real y eficaz dentro de CVX-E y también hacia fuera de la misma”. Y para ello ya hay muchos pasos dados: la revista, la web, la intranet, el correo electrónico…
Desde aquí agradecemos la labor callada de Rosa Cubillo, quien inició el boletín, la etapa de Barcelona, Gemma Fraile y Quique Falcón quienes durante estos años han trabajado para sacar adelante una revista que intenta unirnos y descubrirnos como cuerpo apostólico. Gracias a ellos y a sus comunidades este camino tuvo un comienzo y hoy simplemente tiene un continuar.
El envío y la presencia de Dios hará que este equipo, que podría parecer sólo técnico, se convierta en un verdadero equipo apostólico al servicio de la misión. Porque dar valor a la comunicación “no es sólo tarea de “entendidos” del sector, sino de toda la comunidad eclesial. Si las comunicaciones sociales comprenden todos los ámbitos de la expresión de la fe, es la vida cristiana en conjunto la que debe tener en cuenta la cultura mediática en la que vivimos”.
Este número de Revista CVX-E se ha convertido en un número de transición y sigue invitando a CVX-E a reflexionar sobre el cuerpo apostólico, sobre la familia, el laicado, las cosas pequeñas de la vida convertidas en relatos…

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