Los conflictos suelen surgir cuando en el encuentro entre varios actores existen diferencias en los intereses y/o necesidades. Para poder buscar un camino común, es necesario indagar en estas diferencias y profundizar en las necesidades, ya que en ese lecho es donde suelen surgir puntos comunes desde los que trabajar de forma conjunta.
Podemos visualizar los conflictos como un iceberg. En la punta, lo más visible, se encuentra la posición de cada actor. Desde ella, el diálogo suele ser infructuoso, ya que defender una postura no implica acudir a la raíz de por qué se tiene dicha opinión.
Para profundizar, lo bueno es que cada persona se pregunte, ¿qué poder uso para mantenerme en mi posición? A veces, es el uso que damos a este poder lo que acrecienta el conflicto y nos separa de otras posiciones. Además, en este punto podemos empezar a encontrar similitudes con otras posturas. Por ejemplo: considero que mi posición es válida porque el relato que me ha llevado a ella es verdad, y resulta que otras posiciones consideran lo mismo.
Continuamos preguntándonos, ¿qué interés hay detrás de mi posición? ¿Y cuál es mi necesidad? Cada uno de estos pasos, y entender y escuchar los que hay bajo una posición diferente, nos ayuda a ir hacia la raíz del conflicto, e ir encontrando puntos comunes ya que las necesidades de las personas no difieren tanto.
Por último, nos preguntamos: ¿cuál es el deseo de la Fuente de Vida, la Fuente de Amor infinito, en mí? Es en ella, y desde ella, donde podemos encontrarnos todas las posiciones, por muy separadas que se viesen las puntas de iceberg.
Ante un conflicto o desencuentro, ¿soy capaz de poner nombre a los intereses y necesidades que hay detrás de mi posición? ¿Veo la Fuente de Vida como raíz de ella? ¿Y de otras posturas?
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