A lo largo de la vida, los miedos, las inseguridades, las dudas, van creando diferentes mecanismos de defensa para nuestro corazón. El corazón se va armando de barreras y protecciones de las que no solemos ser conscientes y de las que acabamos dependiendo.
Estas armas de defensa pueden tener muchas formas: puede ser una dependencia a la seguridad que ofrecen los bienes materiales, que acaba llevándonos a querer “tener más”; una dependencia al reconocimiento ajeno de los logros realizados, sólo viendo aquello que la sociedad o nuestra comunidad en cada momento valora; o una dependencia hacia sentir que todo lo que hacemos está bien y es bueno, lo que lleva a sentirse por encima de los demás.
Ante estas barreras, estamos invitados a desarmar el corazón. Jesús nos invita a seguir su modelo para no dejar que nuestro ego ocupe el espacio que no le corresponde. Despojarnos y desnudarnos de estas dependencias, dejarnos mover por la pobreza ante el deseo de bienes materiales, el menosprecio ante la búsqueda del aplauso, y la humildad ante la soberbia. Y así, liberarnos.
¿Reconoces tus barreras? ¿Te atreves a desarmar tu corazón?
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