
Este punto de partida común planteará preguntas al creyente (¿cómo interviene Dios en la historia, si es que interviene?). Y plantea otras al no creyente: si ya no podemos echar la culpa a Dios ¿qué responsabilidad tenemos los hombres en atrocidades como el accidente de Spanair del pasado agosto? Dicho de manera brutal: ¿debemos renunciar a un progreso técnico que de vez en cuando se cobra esa cantidad de víctimas y de lágrimas? ¿Sería responsable conmoverse en el momento del desastre y olvidarlo luego sin sacar consecuencias?
Esta pregunta suscita enseguida infinidad de contrarréplicas fáciles: ¡cuántas lágrimas se han evitado gracias al progreso técnico! ¡Cuántos seres humanos pudieron salvar la vida gracias a una ambulancia médica, o llegaron a tiempo al entierro de un ser querido gracias a la aviación!
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