En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás:
— Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.” El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.” Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Orar en Domingo:
– Fariseos de todos los tiempos, por José María Maruri sj
– El orgulloso con su “yo” y el humilde con Dios, por Javier Leoz
– La postura justa, por JAP
– Fariseos y publicanos, profetismo y fariseísmo, por Fray Marcos
– Aceptar nuestra sombra, nos humaniza, por Enrique Martínez Lozano
– Un erróneo planteamiento religioso, por José Enrique Ruiz de Galarreta sj
– Fariseo y publicano ante el espejo, por XP
– “… por considerarse justos despreciaban a los demás”, por Hermann Rodríguez Osorio sj
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