
El Papa, Benedicto XVI, aprovechó el día previo al inicio de la Conferencia en Dublín para realizar un último llamamiento, tras una larga serie de enérgicas condenas a estas armas, para alentar a las partes negociadoras a que promuevan «una Convención que prohíba estos mortíferos artefactos», haciendo especial hincapié en que «gracias a la responsabilidad de todos los participantes se pueda alcanzar un instrumento internacional fuerte y creíble». Es éste precisamente el gran desafío de la Conferencia de Dublín: que todos los gobiernos rechacen una versión «diluida» de este tratado, y consigan que toda variante de las bombas de racimo queden prohibidas en virtud del mismo.
Por Kike Figaredo sj. Sigue leyendo en Abc…
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