Ecos del encuentro de Espiritualidad de la Sexualidad: “Ver nuevas todas las cosas en Cristo”

Jesuitas Familia / CVX

Madrid, del 11 al 13 de noviembre de 2022

No puedo dejar de agradecer el encuentro de fin de semana que hemos tenido en Madrid, en una casa de espiritualidad moderna, acogedora y amplia donde nos hemos sentido como en casa.

Al principio me llamó la atención lo pocos que éramos (15 personas) pero después me pareció una bendición el poder conocernos todos, llamarnos por el nombre y compartir espontáneamente sin necesidad de dividirnos en grupos más pequeños.

Ha sido un auténtico regalo, y los regalos se acogen, se agradecen y se cuidan como don de Dios que son. Acudí al encuentro sin ninguna idea preconcebida, más allá de los títulos de las charlas, y luego lo agradecí porque eso abre la puerta a la sorpresa, y Dios siempre sorprende. Al fin y al cabo, parte del encanto de los regalos es el elemento sorpresa, ¿verdad? La calidad humana y espiritual de los ponentes y de todas las personas que compartimos este encuentro facilitó el diálogo y la participación espontánea y profunda en unos temas delicados y, por lo general, vividos como tabú. ¿Cuándo compartimos en nuestros grupos o comunidades locales sobre nuestra vida sexual? La sexualidad en su sentido más amplio, las imágenes que tenemos de Dios en relación a este aspecto de nuestra vida, cómo es una sexualidad sana, la espiritualidad del erotismo,… son temas que afectan enormemente a nuestra vida, pero de los que hablamos poco o nada.

Estoy segura de que este encuentro dará muchos frutos, que se irán notando en nuestras vidas y que iremos transmitiendo a nuestros grupos y comunidades, y a todo nuestro entorno. Ojalá haya sido el primero de muchos encuentros enriquecedores sobre la espiritualidad de la sexualidad, y que con nuestro testimonio más personas (tanto del entorno CVX como de otros ambientes creyentes) se animen a participar en ellos.

De las tres ponencias, destacaría lo siguiente:

La primera, el sábado por la mañana, fue “Sexualidad, institución eclesial e imágenes de Dios” (por Carlos Domínguez S.J.), fue un recorrido por la evolución del significado de “sexualidad” a lo largo del tiempo, y me confirmó que el discurso eclesial sobre la sexualidad está tremendamente alejado de lo que las personas vivimos y sentimos. La culpabilidad rodea siempre a la sexualidad, sobre todo entre los creyentes, y esto tiene que ver con la imagen que tenemos de Dios y que la Iglesia como institución perpetúa para “controlar” el comportamiento de los fieles y mantener su posición de poder. Si creemos en un Dios que “necesita” la sangre de Jesús a cambio de salvarnos, entonces sacralizamos el sufrimiento y como consecuencia demonizamos el placer. ¿Creemos en un Dios que desea el sufrimiento y se complace en la culpa, o en el Dios de Jesús, todo amor? Lo fundamental en todas las cuestiones personales, incluida la sexualidad, es el discernimiento, ya que obedecer a nuestra conciencia está por encima de la autoridad de la Iglesia.

Por la tarde Elena Alonso, sexóloga, nos habló de “Crecer en una sexualidad sana con nosotros mismos y como acompañantes”, tratando tres pilares fundamentales sobre los que luego reflexionamos personalmente y compartimos: mis historia personal, qué quiero para mi sexualidad, y qué necesitaría para disfrutar de un “sexo feliz”

El Cantar de los Cantares estuvo muy presente en el Encuentro, con una dinámica en la que lo “actualizamos” con letras de canciones, con una oración, y con la charla del domingo “Espiritualidad del erotismo”. En ella Fernando Vidal ahondó en el Cantar como poema para erotizar. El sexo vincula a los amantes, y va mucho más allá de la reproducción. Todo en nuestra anatomía y fisiología nos lleva a pensar que es un bien en sí mismo.

Itziar Munuera Fernández

CVX Nª Sra. de Covadonga en Gijón

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“Ver nuevas todas las cosas en Cristo”

¿El sexo y el erotismo también? ¡Sí, el sexo y el erotismo también! Además, es urgente y absolutamente necesario. Por haber sido considerados desde siempre como lo más negativo del ser humano. Por el temor irracional que su despertar induce en quienes los han pretendido evitar, restringir o desactivar, desequilibrando así la propia imagen de hombres y mujeres durante toda nuestra historia. Y porque no podemos seguir negándonos a integrarlos armónicamente en nuestra vida, en nuestro ser y en nuestra fe.

Desde que el miedo a disfrutar de la práctica sexual —y a desarrollar todas las propiedades relacionales e inspiradoras del erotismo— se ha hecho dueño en demasiadas ocasiones de nuestras emociones y de nuestras ideas como adultos creyentes, no hemos hecho más que evitar afrontar el tema con naturalidad y equilibrio. En este sentido, este tipo de prácticas han sido frecuentemente consideradas como desordenadas y, por tanto, con necesidad de ser reguladas, y hasta reprimidas, además de ser calificadas como lo más reprobable de la conducta humana y, en consecuencia, lo que es más necesario controlar, reconducir, e incluso sanar y purificar.

De tal manera, pareciera que la expresión de nuestra sexualidad y el desarrollo de nuestro erotismo —con su fuerza humanamente fundante, propiamente arrolladora y esencialmente vital— estuvieran designados a desviarnos irremediablemente de la experiencia de Dios, en vez de acercarnos más a Aquel que los incorporó de tal manera ligados a nuestra naturaleza humana que su eliminación supondría necesariamente desvirtuar al ser creado tal y como el Creador lo concibió; además de rechazar lo que, en realidad, deberíamos considerar como un don, un verdadero regalo al ser humano que, como todas las cosas, “tanto ha de usar dellas, quanto le ayudan para su fin” (Principio y
Fundamento, EE 23).

Siendo entonces un auténtico regalo, ¿por qué seguimos hablando de este tipo de temas con obscena prevención? Y, algo mucho más relevante, ¿por qué hemos desistido de ofrecer una respuesta cristiana católica concreta —católico: universal, general, inclusivo— que asocie todos estos aspectos esenciales del ser humano al disfrute gozoso y no a la prohibición temible? ¿Cómo es posible asumir que las respuestas ante las dudas sobre estos temas que se proporciona a los fieles católicos, nos lleven a la amarga constatación de que la mayor parte de ellos viven sus prácticas sexuales al margen del magisterio de la Iglesia? Sobre todo esto hemos estado reflexionando, compartiendo, trabajando, y orando en este fin de semana tan intenso como fructífero en el que se ha desarrollado el Encuentro Espiritualidad de la Sexualidad.

Quienes hemos asistido hemos transmitido a sus organizadores —Jesuitas Familia y CVX— el acierto a la hora de generar este espacio de sinceridad, libertad y profundidad humana. Desgraciadamente, constatamos a diario, como ya hemos apuntado, la dificultad del magisterio de la Iglesia para expresar un discurso que verdaderamente alcance la sensibilidad de muchos fieles en este tipo de aspectos. Sin embargo, el instrumento fundamental del carisma ignaciano, los Ejercicios Espirituales, nos plantea la necesidad de cambiar nuestra sensibilidad para vivir de manera encarnada la experiencia de Dios al modo de Jesús de Nazaret. Por su parte, el Evangelio, la Buena Noticia, no suele explicar ni aclarar ciertos aspectos, quizás porque sobreentiende lo obvio: que el Dios de la vida del Cantar de los Cantares se complace en el gozo de su criatura.

Finalmente, a quienes hemos asistido al encuentro, que somos y que nos sentimos Iglesia, nos corresponde ahora llevar una respuesta, un mensaje de esperanza y salvación a nuestros respectivos campos de misión. Pues en esta realidad dinámica que es la Iglesia también se generan espacios de sinodalidad y reflexión en los que compartir ideas y experiencias del Dios vivo en su pueblo y en la realidad de toda su Iglesia.

Agradecemos, además, que la organización haya abierto la convocatoria de este encuentro no solo a grupos CVX sino a otros grupos de espiritualidad ignaciana comprometidos con el trabajo familiar. Ante la cada vez menor presencia de comunidades de Jesuitas en nuestras localidades, se hace necesario que seamos los laicos formados los que llevemos la espiritualidad y el carisma ignaciano a nuestros entornos.

Ojalá no desfallezcamos y seamos capaces de dar respuesta a nuestras realidades familiares con proyectos tan adecuados para la familia de hoy como el Reloj de la Familia, Las Cuatro Estaciones, el Reloj de la Vida, el Viaje Arcoíris, etc. Nuestro mundo necesita propuestas sin miedo que ofrezcan respuestas reales, inclusivas y prácticas, que realmente nos ayuden a “Ver nuevas todas las cosas en Cristo”.

Maribel y Gabriel

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