El marco del examen general

En el Examen General, al ir aplicándolo de forma diaria, se va descubriendo y vivenciando la raíz sagrada presente en las personas, en la naturaleza, en los acontecimientos de cada día, que hace resignificar la mirada, orientar los deseos y motivaciones para ir transparentando un dinamismo en la propia vida, que va moldeando y configurando una nueva forma de ser desde Dios.

Se va avanzando a una unión que siempre será incompleta, ya que la sed de Dios que anida en el fondo del alma nunca se calmará, hasta que se esté frente a Él; pero, sin embargo, en la vivencia cotidiana, va disminuyendo la tensión entre “el ser” y “el hacer”, que está siempre presente en toda vida en el Espíritu.

El marco de referencia del Examen General parte del hecho de que el encuentro personal con Dios desencadena un doble movimiento, de Dios hacia nosotros y viceversa. De Dios hacia nosotros porque siempre ha estado ahí su invitación, su llamada, precediéndonos en su amor, que resulta en una respuesta de nosotros hacia Él mediante el reconocimiento de esa llamada desde nuestra fragilidad de criatura, de pecador perdonado, a la que al asentir libremente nos vamos adentrando en un abandono a su persona (fe, confianza), esperándolo todo de Él (esperanza) y respondiéndole con amor, que se despliega en todas las facetas de nuestro ser.

En esta triada vivencial de la fe, la esperanza y la caridad, se necesita el contacto personal con Cristo, reconociendo la donación de Dios en el modo de vivir y hacer de Cristo, que lleva con la ayuda del Espíritu a una conversión del corazón y a desear, confiar y querer una vida que se asemeje a la de Jesús, como signo de la realización del Reino de Dios a través del amor y servicio a los hermanos (“en todo amar y servir” [Ej 233]).

Este descubrirnos como sujetos deseantes, en las que nuestro deseo nos orienta, motiva, dirige e impulsa, a una fusión con el Otro, es lo que nos lleva a educar nuestra mirada, discerniendo nuestros movimientos interiores y escrutando en nuestras realizaciones prácticas (obras) las verdaderas motivaciones, y en definitiva, en palabras de San Ignacio a “buscar y hallar la voluntad de Dios” en todo (Ej 1).

Este hallar la voluntad de Dios proviene de la certeza de que la experiencia de Dios se da “en medio de” y “en contacto con” experiencias mundanas. Y en ese reconocimiento de esa Presencia (Dios) que envuelve y que se revela como Misterio en la Historia y la intrahistoria, es desde donde el sujeto pasivo hombre toma conciencia (“advertencia amorosa”*) de la acción de Dios sobre él, y que al acceder va adquiriendo y configurando cierta sensibilidad que le permite descubrirle en todos los aspectos de la vida.

Hay tantas experiencias de Dios como seres humanos confesantes, pero se pueden englobar desde un punto de vista fenomenológico como las correspondientes a la “mística de la cotidianeidad” (Karl Rahner), en las que se vive sin hechos extraordinarios que marquen un antes y un después; y las de carácter extraordinario, las menos frecuentes, como la de San Ignacio en el Cardoner, El ejercicio del Examen se inscribe dentro de la mística de la cotidianeidad, para ir haciendo experiencia de Dios en toda la realidad circundante.


Tomás Undabeytía – Equipo Misión Espiritualidad CVX-E


* Martín Velasco, J. “Creer: existir para los demás desde el único Centro”. Revista Sal
Terrae. Bilbao, 1993.

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