El per-dón. Es el don excesivo. Regalo que doy y recibo.

Etimológicamente, perdón se compone de PER-, que implica la idea de algo absoluto, total, incluso excesivo, y DONARE, que significa regalar.

Por tanto, el perdón es un regalo total y definitivo, quizá incluso inmerecido, que yo doy y recibo (y que debo darme también a mí mismo).

Pero aunque sea difícil, y como se ha dicho en algunos casos sea inmerecido, es siempre necesario.

Si el daño recibido ha sido grande, parece imposible incluso el planteárselo.  De hecho, si el daño lo recibió alguien querido por mí, el plantearme perdonar puede llevarme a sentir que le estoy traicionando.  Puede que sea algo propio de Dios, que siempre es capaz de perdonar, pero que nosotros como seres humanos no somos capaces.  Que no se nos puede exigir llegar hasta ahí.

La buena noticia es que el perdón no es un sí o un no.  Es un proceso, con muchas etapas, y el mero hecho de pensar en plantearme el perdonar ya es un comienzo. Y en esto todo cuenta, todo suma.  Quizá no pueda llegar al perdón total, final e incondicional, pero quizá sí sea capaz de comenzar ese camino, y ver a dónde me lleva, a dónde puedo llegar por él.

¿Me atrevo? ¿Deseo recibir este regalo? ¿Deseo disponerme a darlo?

0 comentarios