(El Reloj de la Familia en Valladolid)
Cuando empiezan a llegar los participantes a la residencia de los Maristas, ya está todo preparado: mesas, ordenadores, pantalla, fotocopias… Saludos acogedores, un café de bienvenida y empezamos.
Estamos en la tercera jornada de las cuatro que forman la última edición del Reloj de la Familia que está organizando CVX en Valladolid. Se inicia el día con el quinto tiempo, las decisiones. Por la tarde trataremos el sexto, la experiencia del fracaso. Tras unos minutos de oración y unas secuencias de una película, pasamos a la exposición que enmarca este tiempo en concreto.
Estamos en las horas centrales de la experiencia del Reloj. Los cuatro tiempos vividos en las anteriores jornadas nos han traído hasta aquí: la disponibilidad, la gratitud, el proyecto de familia y las libertades. La herramienta del Reloj no funcionaría si faltase alguno de los ocho momentos que lo conforman. En unos días viviremos la cuarta jornada, con los dos últimos tiempos.
Todo el modelo del Reloj de la Familia tiene su raíz en la tradición y en la Espiritualidad Ignaciana, pero en este quinto tiempo es cuando más se evidencia. La sabiduría de los tiempos, confiar en el amor, poner los cinco sentidos, descartar lo que hace daño a la pareja, quedarse con lo que más consuela y une, valorar correctamente las cosas y las situaciones en función del fin…Caes en la cuenta de que estás buceando en lo más profundo de la Espiritualidad Ignaciana: las decisiones, los tiempos, el discernimiento. Por todo ello, el Reloj de la Familia se convierte en la herramienta perfecta para acompañar a la pareja en un gran número de aspectos prácticos de su vida en común.
En el Reloj es importante el trabajo de los relojeros, familias que ayudamos a otras familias. Ponemos todo de nuestra parte, preparamos los distintos tiempos, los materiales, rezamos por cada pareja con una total confianza en el Señor, pues sabemos que sin Él no podemos hacer nada, pero somos conscientes de quienes son los auténticos protagonistas, los que dan forma a cada edición del Reloj y la convierten en algo único e irrepetible: las parejas que viven la experiencia, nosotros mismos cuando hicimos por primera vez el Reloj.
Lo fundamental para sacar provecho de la experiencia es la reflexión personal de cada participante y la correspondiente puesta en común con la otra parte de la pareja. Esto es lo prioritario: dar tiempo a la familia. El Reloj es tiempo de calidad para que la pareja se redescubra, interprete, matice, dialogue, y así se comprenda mejor, aumentando la unión y la sintonía de corazones. La metáfora del Reloj se corresponde con el corazón, nuestro corazón. El fruto del Reloj es para la pareja, para la familia, queda en ella, en su intimidad.
La vida está compuesta de diálogos. En el reloj te preguntas cómo hablamos y desde dónde hablamos en mi familia. ¿Hablamos de corazón a corazón? Ser consciente de que dialogo con la persona que es lo mejor que me ha pasado en la vida, la persona que decidió compartir su vida conmigo.
El Reloj también nos prepara para los malos momentos. Sobre esto, nos proporciona experiencias y orientaciones, en concreto una, muy especial, nos dice que en esas ocasiones en las que no sentimos con tanta intensidad el amor, esforcémonos en recordar lo mejor, ser fieles a los buenos momentos, perseveremos y persistamos buscando en nuestro interior y en nuestra memoria, en lo más profundo de nosotros, esa experiencia vivida de amor, pues cuando has amado de verdad, nunca lo olvidas, siempre queda dentro de ti, como un tesoro.
Sin duda es así, el auténtico amor es una experiencia profunda que se nos queda grabada en lo más hondo. Precisamente por eso el Señor está tan dentro de nosotros, en lo más profundo, porque es esencialmente Amor.
Tras el rato individual y de pareja, que ocupa la mayor parte de los minutos de cada uno de los 8 tiempos del Reloj, llega el plenario. Nadie se siente obligado a nada, lo más personal queda para la pareja. Y es precisamente por esa libertad, por el ambiente creado de sinceridad, de respeto, de seriedad acompañada de sentido del humor, por lo que sucede otro gran momento del Reloj: los participantes ponen el corazón encima de la mesa, comentan su realidad, se manifiestan de forma creativa utilizando distintos materiales… La pareja se enriquece a sí misma y enriquece a los demás gracias a lo que comparte. Suele ser un momento bastante distendido y divertido, muchas veces emotivo, y siempre inspirador.
A continuación, pasamos a la comida, muy importante también, pues nos permite conocernos mejor, saber más de los otros, sentir que tenemos muchas cosas en común.
Un rato de descanso y comenzamos la jornada de la tarde, en la que viviremos la experiencia del fracaso, quedando para el último día el séptimo tiempo, el perdón (casi nada) y el octavo, la reformulación y actualización del proyecto de familia. También celebraremos la experiencia del Reloj recién vivida con una Eucaristía especialmente preparada para la ocasión, a la que está invitada toda la comunidad CVX en Valladolid.
En definitiva, en el Reloj de lo que se habla en todo momento, desde que se inicia el día, es de Amor. Amor con mayúsculas, reflejo de ese amor que el Señor nos tiene. Amor que salva y redime, amor que ayuda y cura, amor que regenera y da vida.
La familia necesita tiempo de calidad para ser una experiencia feliz y gozosa para sí misma y para todos los que la rodean. Está en nuestras manos encontrar ese tiempo en nuestra vida, está en nuestras manos ayudar a otros a encontrar ese tiempo.
Óscar Giménez
Misión Familia CVX en Valladolid
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