“IN MANUS TUAS”

Cuando, el 20 de abril de 1952, aquel frágil sacerdote del norte fue nombrado obispo escogió como lema de su ministerio episcopal “IN MANUS TUAS”. Probablemente intuía, pero no sabía, que era al mismo tiempo una profecía y un programa de vida. Las tres palabras latinas querían significar su entrega confiada en las manos de Dios, su único Señor. Esa entrega le llevó lejos, por los caminos de un servicio creativo y profético al pueblo de Dios por el cual pagó su precio, pero que desempeñó alegre hasta el fin.
Celebramos el dia 7 de febrero el centenario del nacimiento de Dom Helder Câmara, cearense de Fortaleza (Brasil) y decimoprimer hijo de una familia sencilla, numerosa y bien constituida. Desde pequeño, jugaba a ser sacerdote, construyendo altares y oficiando “misas” en casa. Al comunicar a su padre, alejado de la Iglesia, su deseo de abrazar la vocación sacerdotal, el joven Helder oyó palabras que nunca había escuchado: “Hijo mío, ¿sabes lo que es ser sacerdote? Sacerdote y egoísmo nunca pueden andar juntos. El sacerdote tiene que gastarse, dejarse devorar”.
La vida en el seminario y los estudios del joven Helder fueron marcados por la firmeza vocacional y el brillo intelectual. Ordenado a los 22 años, antes de la edad mínima requerida para ello y con licencia especial de la Santa Sede, Helder reunió desde el principio cualidades raras en una misma persona: inteligencia, cultura y liderazgo incontestables al lado de un inmenso amor y dedicación integral a los más pobres.
Al mismo tiempo que organizaba reuniones con mujeres limpiadoras y trabajadoras y asesoraba a las Juventud Obrera Brasileira (JOC), escribía artículos en revistas, planificaba la catequesis a nivel estatal y asumía cargos públicos en la Secretaria de Educación de Ceará. La habilidad política fue una constante en su vida, así como la naturalidad que desde siempre tuvo frente a los medios de comunicación, siendo una de las primeras personalidades eclesiásticas brasileñas que aparecía constantemente en la televisión.

La consagración episcopal multiplicó a enésima potencia la personalidad fulgurante del flaco cearense, vestido con una eterna sotana beige. Su creatividad y capacidad de trabajo inventaba e implantaba sin cesar nuevas realidades en la Iglesia de Brasil. Se deben a Dom Helder casi todas las iniciativas pioneras en términos eclesiales que conoció el país durante el siglo XX, entre ellas la creación de la Conferencia Nacional de los Obispos do Brasil, de la cual fue fundador y secretario-general.
Al mismo tiempo, en Rio de Janeiro, de donde era obispo auxiliar, creaba la Cruzada San Sebastián, conjunto habitacional situado en el corazón de Leblon, el barrio más chic de la ciudad. También se debe a su iniciativa el Banco da Providência, organismo que existe actualmente y que atiende a los pobres de la diócesis de Río de Janeiro en varios niveles.
En el plano internacional, Dom Helder no podía contar las múltiples invitaciones que recibía y atendía. Llenaba auditorios y plazas en Paris, Sidney, Londres, llevando hasta el privilegiado primer mundo la casi siempre ignorada realidad sufriente y oprimida de los pobres brasileños. Su presencia hizo al país y a la Iglesia brasileña, ser conocidos y respetados en otras latitudes.

A partir de 1964, el gobierno militar creó un rígido sistema de censura en los medios de comunicación brasileños. Pretendía, así, callar las voces de aquellos que defendían los derechos humanos y denunciaban la barbarie perpetrada por las torturas de los poderes de la dictadura. Dom Helder fue confinado a un penoso ostracismo. Sobre él no se hablaba ni se publicaban noticias. Se le cerró el acceso a los medios de comunicación. Sus actividades fueron restringidas al ámbito intra-eclesial, donde incansablemente continuó trabajando. Desde Recife, su sede episcopal a partir de 1964, fue responsable de uno de los más exitosos focos de resistencia al régimen militar.

Hombre universal, no parece existir un solo campo de actividad que Dom Helder no haya tocado, vivido, actuado. Recibió innumerables homenajes y títulos del extranjero: de ciudadano honorario, de “doctor honoris causa”. Poeta y místico ardiente, en su pequeño cuarto en Recife se levantaba durante la madrugada para renovar su lema de obispo: “In manus tuas”. La entrega incondicional a Dios y a su pueblo se expresaba en bellos poemas y libros traducidos a varios idiomas. Ahí estaba su secreto. Ahí estaba la fuerza de la marca indeleble que dejó a su paso. Brasil se lo agradece, conmovido.

Maria Clara Lucchetti Bingemer cvx,
teóloga, profesora y decana del Centro de Teología y Ciencias Humanas
de PUC-Rio de Janeiro
(traducido por Aurora Camps cvx)

1 Comentario

  1. José Antonio Suffo

    Fátima y yo tuvimo la suerte de conocerle. Un santo en todo el amplio sentido de la palabra. Cuando desde nuestra reivindicación juvenil protestábamos de los dos grandes bloques en los que estaba dividido el mundo, él nos hizo ver que eran “otros poderes”, no sólo naciones, los que oprimian a los más pobres…y nosotros éramos partícipes.

    Gracias Aurora por la noticia.

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