
Hay unas palabras del Concilio Vaticano II que pueden dar el marco de la presencia eclesial en la sociedad. Con ellas da inicio la constitución pastoral Gaudium et spes: “El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos, son también el gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo, y no hay nada verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón. Pues la comunidad que ellos forman está compuesta por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el Reino del Padre y han recibido el mensaje de salvación para proponérselo a todos. Por ello, (la Iglesia) se siente verdadera e íntimamente solidaria del género humano y de su historia”. La Iglesia existe para evangelizar y servir a la sociedad. Ésta es su identidad más profunda. Evangelizar la sociedad postmoderna pide que la Iglesia redescubra el valor y la necesidad del primer anuncio de la fe y que trabaje en la iniciación cristiana postbautismal y en la diaconía de la caridad.
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