Las tres tentaciones del político cristiano

Por Pepe Lugo de la CVX en Sevilla

No, no me estoy refiriendo a las tradicionales “Mundo, Demonio y Carne”, esto es, el tener, el poder y el placer… que también… Me refiero a tres peligros o tres tendencias que, con frecuencia, se encuentra toda persona que se dedica a la política en su actividad y, con relación a las cuales, la forma de afrontarlas interpela a la conciencia de esa persona, especialmente, si es cristiana.

Estoy hablando de la tentación de dejarse absorber por la actividad política, traicionar los propios principios en beneficio del interés particular o partidista e instrumentalizar a las personas en pro de la ejecución de un proyecto o de una idea, aun pudiendo ser loable el objetivo que se persigue.

Primera tentación: la tentación de que la Política lo absorba todo en tu vida. La política y todo lo que le rodea se convierte, de manera más o menos consciente, en la prioridad de tu vida: los pensamientos que absorben tu cabeza desde primera hora del día, las intensas horas de trabajo, en el caso de que ocupes un cargo público o que tu actividad laboral también esté relacionada con la política, infinidad de actividades institucionales, actos de partido y los múltiples encuentros de todo tipo con la sociedad civil que van invadiendo las horas de ocio y descanso y los “supuestos” días festivos…

De esta manera, se estrecha tu visión, como con anteojeras, y apuntas sólo a un foco de interés: tu quehacer político y tu partido, descuidando tu oración y tu relación con Dios, la atención que se merece tu familia, además de sobrecargar a tu cónyuge con las tareas domésticas y dejar casi exclusivamente sobre sus hombros la tarea de la crianza de los hijos.

Segunda tentación: la tentación de comportarte con cobardía o falta de asertividad y ante la tesitura de tener que hacer prevalecer tus valores y tus principios sobre una actuación por puro interés personal o partidista, optar por lo segundo. Por ejemplo, la cobardía que te impide defender a un compañero, para no implicarte personalmente en el posible desprestigio que le puede amenazar. En este punto, te interpela el fragmento de la oración de Luis Espinal, el sacerdote jesuita torturado y asesinado en Bolivia, que pedía al Señor: “Líbranos de la prudencia cobarde, la que nos hace evitar el sacrificio y buscar la seguridad” y, como un eco, resuena en tu conciencia la pregunta del propio Jesús de Nazareth: “¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” (Mateo, 16, 24-28)

Tercera tentación: La tentación de tener como absoluta prioridad el alcanzar un objetivo político y, como consecuencia, someter a la consecución de ese objetivo la forma de tratar a los ciudadanos a los que te diriges; lo cual puede justificar hacer promesas de muy dudoso cumplimiento, mentir o decir medias verdades a determinadas personas o colectivos.

De esta manera, en pro de un supuesto “bien superior”, instrumentalizas a las personas a las que originalmente pretendías servir y no observas el respeto que se merece la dignidad de los ciudadanos a los que diriges tu actuación o el papel de los compañeros de partido que comparten tu quehacer. Como dice el Papa Francisco en su exhortación apostólica “Evangelii Gaudium“: “¿Quiénes son los que en el mundo actual se preocupan realmente por generar procesos que construyan pueblo, más que por obtener resultados inmediatos que produce un rédito político fácil, rápido y efímero, pero que no construyen la plenitud humana?” (222-225).

Recordemos que estamos hablando de “tentaciones de un político cristiano”, lo cual implica que damos por hecho que pueden existir – y, de hecho, existen –“políticos cristianos” y que estos políticos pueden tener “tentaciones”.

Esto significa que, con la ayuda de Dios, estas tentaciones se pueden afrontar y se puede evitar caer en ellas. Ser tentado no es pecar. Muchas veces la tentación pone delante nuestra un abanico de comportamientos en el terreno político, en el que hay que buscar un equilibrio y distinguir esa fina línea que separa lo correcto de lo incorrecto desde el punto de vista moral o ético. A este respecto, puede ser un criterio básico el hecho de que, en la situación de tener que elegir entre dos opciones, es razonable considerar que la opción más acertada es la que más trabajo nos cuesta.

Además, si el político forma parte de la Comunidad de Vida Cristiana (CVX), se acuerda de su Principio General 12, que “compromete a sus miembros a buscar, con la ayuda de la comunidad, un continuo crecimiento personal y social en lo espiritual, lo humano y lo apostólico”. Y señala, como algunos de sus medios prácticos para alcanzar este crecimiento, la frecuente participación en la Eucaristía, la práctica diaria de la oración personal, especialmente de aquella que se basa en la Sagrada Escritura – “conocer mejor a Jesús, para mejor amarle y servirle” – y el discernimiento por medio de la revisión diaria de la propia vida y, en lo posible, de la dirección espiritual periódica.

En definitiva, como diría San Ignacio de Loyola, es “la interior ley de la caridad y amor que el Espíritu Santo escribe e imprime en los corazones la que ha de ayudarnos”.

Fotos procedentes de Freepik.

Las opiniones e ideas que aparecen en los artículos publicados desde Política-mente son responsabilidad de las personas que los han escrito y, por tanto, no necesariamente coinciden con los de CVX-España como institución.

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *