Movida por el amor: espiritualidad ignaciana, día a día

No explicaré nada extraordinario porque, si explicara algo extraordinario, significaría que me alejo de la espiritualidad ignaciana. Por tanto, si puedo ser testigo desde la vida sencilla de cada día, quizás podré afirmar que mi vida se mueve dentro de y desde la espiritualidad ignaciana. Pero, al mismo tiempo, aquí radica la dificultad. Porque, una cosa es vivir de la espiritualidad ignaciana, desde lo racional o superficial y, otra cosa, es que la espiritualidad ignaciana impregne mi corazón y sea aquello que enfoca mi vida.

Pienso que debo dar gracias porque, aunque mi camino espiritual de seguimiento de Jesús viene impregnado de la espiritualidad de santa Teresa, conocer a este san Ignacio movido por el amor ha sido fundamental a lo largo de mi vida y de las circunstancias que me han tocado vivir: algunas dolorosas y otras gozosas o, diría, muy gozosas.

Explico, pues, cómo intento vivir, humildemente, desde esta espiritualidad ignaciana a través de dos aspectos y una Persona: la repetición, el Todo y Jesucristo.

La repetición

En primer lugar, sé que la palabra no es motivadora, pero quisiera expresar el significado que tiene para mí esta palabra. Pensar en la repetición me traslada a la vida de cada día, a la vida cotidiana y al sentido que tiene. A menudo oigo decir que “repetir” es muy ignaciano. Pues, así es, san Ignacio, con su pedagogía, me ha ayudado mucho a ver que para profundizar y vivir la densidad de la vida es necesaria la “repetición”, no como acción aburrida, sino como un acto lleno de sentido porque en ella encuentro la fidelidad y la creatividad. Como estudiante y amante de la música, he tenido la suerte de tener maestros y maestras que me han ayudado a comprobar que solo con la repetición, eso sí, con toda la consciencia, se puede conseguir entender, desde dentro, qué es aquello que expreso y comunico. Los vecinos de los que hemos estudiado música saben de qué hablamos cuando hablamos de repetir… ¡Qué diferente es oír repeticiones desde lejos que escucharlas desde el interior del corazón!

La vida de cada día es donde palpitan estas pulsaciones que, a pesar de parecer repeticiones rutinarias, son latidos de novedad y profundidad. No me refiero a situaciones extraordinarias, sino a momentos que me aporta la realidad: ir a buscar a los hijos pequeños a la escuela, los hijos ya adolescentes que llegan a casa y, o bien callan o te persiguen para compartir alguna vivencia de lo que también ha sido su día; la llamada del amigo o la amiga cuando estoy a punto de entrar en una reunión y me sabe mal no responder; realizar una labor que no me gusta en el trabajo; el transporte público con nuevos rostros cada día o la estación de Bicing vacía que me obliga a correr para no llegar tarde…

Lo que más me gusta de las repeticiones es la posibilidad de vivir mi “cadencia personal”. Por un lado, la cadencia del tiempo y del ritmo, siempre respetados y acompañados. Incluso en tiempo de ejercicios espirituales en la vida cotidiana. Ejercicios que duraron más de dos años… Por otro lado, lo que significa la cadencia musical como un momento de expresión creativa y libre del intérprete durante un concierto, cuando la orquesta queda en silencio. Creatividad y Libertad, esta vez en mayúsculas, son dos dones que experimento dentro de este concierto que es la espiritualidad ignaciana.

Pero, ¡cuánto camino aún me falta por recorrer y aprender de esta “estimulante repetición”!

El Todo

Las repeticiones serían banales, grises o monótonas sin creer de verdad que Dios está en todas las cosas: “Entre los pucheros anda el Señor”, como decía santa Teresa; y como dice san Ignacio: “Hallar a Dios en todas las cosas”. A veces es difícil ver a Dios en todas las cosas o todas las cosas en Dios. Por ello es esencial en mi vida esta oración que incluye, a la vez, el silencio y la Palabra. El silencio que me ayuda a acoger este amor de Dios en mi persona y la Palabra que me habla de este Todo.

Me impresiona el san Ignacio que ante unas pequeñas flores puede decir “Sé de quien me habláis”, mostrando como incluso un pequeño detalle le hablaba de Dios. Puede parecer una estampa franciscana y, sin embargo, es una anécdota de la vida de Ignacio ya en edad adulta. Me ayuda en mi vida ver cómo puedo ir transformando esta sensibilidad y aprender que en las cosas pequeñas está Todo.

Pero, no solo se trata de encontrar a Dios en Todo, sino de averiguar qué me pide el Todo. Y esto no es abstracto, esto quiere decir que me quiere toda y desde la totalidad de mi vida. Desde el pequeño mundo de mis acciones y relaciones: mi hogar, mi marido, los hijos, el trabajo, mi comunidad, mis amigos y amigas, las personas con quienes me cruzo durante el día…, hasta las grandes decisiones que han marcado o van marcando este camino hacia el Todo.

Es la “Sinfonía del Todo” que expresa Josep M. Rambla en su libro Moverse por el amor: y, este, es un deseo que me inspira cada día.

Jesucristo

Y todo lo que llevo dicho me sería imposible sin algo que para san Ignacio es fundamental: la relación personal y de amistad con Jesús y realizar el camino juntos. Sentirme bajo su mirada plena y amorosa y sentir que todo es más armónico cuando voy acompañada por Él y que la calidad de los momentos vividos, de las conversaciones y de las relaciones vienen de esta intimidad. Esta calidez del encuentro con Jesús que me mueve y me conmueve, sin embargo, es una espiritualidad que toca de pies a tierra y es que no se puede tener un Amigo como Jesús sin sentir el impulso de la solidaridad. Conocer y seguir a Jesús me hace ver día tras día que el centro no soy yo y que el servicio, la justicia, la solidaridad hacia los más débiles y vulnerables, hacia los más pobres, hacia los humillados de la sociedad me supone vivir desde actitudes en salida: a qué dedico mi tiempo, cómo distribuyo la economía familiar, en qué empleo mi dinero, la honestidad en el trabajo, la cordialidad, evitar las preferencias motivadas por el nivel social, situarme al lado de los humildes…, en definitiva, optar día a día por el Jesús del Evangelio. San Ignacio lo dejó claro: “En todo amar y servir”.

A partir de mi gusto por la lectura, quiero destacar la experiencia lectora de san Ignacio. Y es que fue la lectura el desencadenante que le hizo ver qué le acercaba a Dios y qué no: cuando leía sobre la vida de Jesús y de los santos, amigos de Dios, sentía esta alegría más profunda. Cuando leía libros “mundanos y falsos” solo sentía un placer aparente y pasajero. Los dos títulos de los libros que acaban de publicarse de Josep M. Rambla concentran lo que san Ignacio nos dejó y que causa placer auténtico y alegría verdadera: la única manera de estar en el mundo es moverse por el amor.

Marta Millá i Bruch

CVX Forum Joves en Barcelona

Escrito leído en el acto en homenaje a Josep M. Rambla SJ que podéis visualizar íntegramente aquí

Texto completo publicado en Cristianisme i Justicia el 16 de febrero de 2023. Ver aquí

1 Comentario

  1. Pedro Morales

    Gracias Marta por compartir tu íntimo comentario