
Hoy especialmente nos sentimos invitados por el Dios del amor para vivir como comunidad que se reúne alrededor de Jesús (Mc 6, 30), en la presencia de María nuestra madre, para expresarle lo que hemos hecho, aprendido y enseñado en los últimos meses y años. Todos los miembros de CVX nos hemos de sentir invitados a la mesa con Jesús para compartir con Él lo que ha sido y es significativo de nuestras vidas como ignacianos, como miembros de una Iglesia, y sobre todo como compañeros de camino en este Cuerpo Apostólico.
En Fátima los delegados recibimos profundos regalos como Asamblea, pues experimentamos un genuino banquete del Señor, y reconocimos los signos evidentes de la gracia que nos acompaña como comunidad.
Hoy es necesario que el espíritu de Fátima siga contagiando la esperanza que vivimos como CVX mundial, de tal forma que todos y todas nos sintamos parte esencial de este banquete alrededor del Señor. Este don profundo e intenso tiene como destinatarios, en primera instancia, a cada uno y una de los miembros de la CVX en todo el mundo, para que nos sintamos genuinamente llamados a crecer en pertenencia, esperanza y compromiso con este cuerpo CVX.
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