Riqueza del diálogo, de ver lo que el otro ve.

La verdadera inteligencia, la verdadera sabiduría, no se encuentra dentro de ninguno de nosotros, sino en la colaboración y el encuentro con otros (inteligencia como construcción colectiva).

Pero para llegar a esa inteligencia colectiva es necesario el diálogo.

El diálogo supone una disposición a escuchar de verdad al otro y de aceptar la parte de verdad que puede aportar.  En esto se diferencia de una discusión y de un debate, donde si se escucha suele ser para simultáneamente preparar una contraargumentación que utilizar a continuación.  Porque no estoy dispuesto a aceptar otra posición que la que yo defiendo, no estoy dialogando, sino en una lucha dialéctica.

Además, si el diálogo ha de ser productivo, enriquecedor, debe darse con quien piensa diferente.  Es fácil escuchar a quien piensa como yo.  Eso es lo más habitual en las redes sociales, cuyos algoritmos nos permiten encerrarnos en cómodas burbujas donde todo el mundo piensa más o menos como yo.

Es el diálogo con los diferentes lo que nos enriquece, enriquece nuestra percepción, y nos permite acercarnos más a la verdad.

¿Me planteo que el otro también tiene parte de la verdad? ¿Estoy dispuesto/a a escucharla y me preparo para ello?

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