
Los africanos dedicados al saqueo y secuestro de buques, de acuerdo con la descripción de Otero, se camuflan con los refugiados para planear los potenciales abordajes sin ser detectados por las patrullas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de la misión Atalanta. Esta presencia ha embrutecido el trato a los pasajeros, que acostumbran viajar hacinados -incluso amarrados y en las bodegas de carga- y sin comida ni bebida. El jefe de la misión de MSF, que tiene 48 años y nació en La Coruña, relata que los navíos prolongan las travesías hasta seis días, en función de las necesidades de los piratas: “Esta gente armada y violenta claramente aumenta la inseguridad y los riesgos para la población civil que escapa de Somalia”.
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