¡Bendito el que viene como rey!

Lc 19, 28-44


28 Y, dicho esto, echó a andar delante, prosiguiendo la subida a la ciudad de Jerusalén.
29 Al acercarse a Betfagé y Betania, en dirección al monte que llaman de los Olivos, envió a dos de sus discípulos 30 diciéndoles:
– Id a esa aldea de enfrente; al entrar encontraréis un borrico atado en el que nadie se ha montado nunca. Desatadlo y traedlo. 31 Y si alguien os pregunta por qué razón lo desatáis, contestadle que el Señor lo necesita.
32 Los enviados fueron y encontraron lo que les había dicho. 33 Mientras desataban el borrico, sus dueños les preguntaron:
– ¿Por qué desatáis el borrico?
34 Contestaron ellos:
– El Señor lo necesita.
35 Se lo llevaron a Jesús, echaron sus mantos encima del borrico y ayudaron a Jesús a montarse.
36 Según iba él avanzando, alfombraban el camino con los mantos.
37 Cuando ya se acercaba a la bajada del Monte de los Olivos, la muchedumbre de los discípulos, en masa, empezó a alabar a Dios con alegría y a grandes voces por todas las potentes obras que habían visto.
38 Decían:
– ¡Bendito el que viene como rey en nombre del Señor! Del cielo paz y a Dios gloria! (Sal 118,26).
39 De entre la multitud, unos fariseos le dijeron:
– Maestro, reprende a tus discípulos.
40 Él replicó:
– Os digo que si éstos callan gritarán las piedras.
41 Al acercarse y ver la ciudad, le dijo llorando por ella:
42 – ¡Si también tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no, no tienes ojos para verlo. 43 Por eso van a llegar días en que tus enemigos te rodeen de trincheras, te sitien, aprieten el cerco, 44 te arrasen con tus hijos dentro y no dejen en ti piedra sobre piedra; porque no reconociste la oportunidad que Dios te daba.


Muerte, por amor equivale a vida. Fray Marcos 
Ante el crucificado. J. A. Pagola
Dos giros decisivos para comprender a Jesús. E. Martínez Camino
Un Mesías diferente. J. E. Galarreta

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