El PAN COMPARTIDO SABE MUCHO MEJOR…

Todos los sabemos.
Millones de personas pasan hambre ayer, hoy, mañana.
No pueden trabajar porque no tienen qué comer.
Mueren jóvenes porque no tienen qué comer.
Hay millones de personas que llevan
la muerte grabada en la cara y en el cuerpo.
¡Ésta es la mayor lacra de nuestro siglo!
Hay personas tiradas, exhaustas y muriendo
de hambre sobre la misma tierra que nosotros,
bien cebados, andamos, trotamos,
corremos y volamos en plan de deportistas,
políticos, directivos, turistas o gente de prensa.
¿Qué hacemos nosotros los de la mesa bien puesta, aire
acondicionado y cama bien mullida?
¿No se nos rasgaron las entrañas cuando confrontamos
por vez primera esta tragedia mundial?
¿Nos hemos habituado a ella?
¿Temblamos de compasión?
¿Hablamos siquiera del asunto o le echamos la culpa a otros?
Los aspavientos de nada sirven.
Y la compasión, tampoco.
No vale mucho hablar del tema,
y echar la culpa a los demás es cobardía.
¡Tenemos que compartir!
Compartir el pan quiere decir compartir lo que tenemos,
nuestros haberes y bienestar, el lujo y las comodidades.
Reparte tu pan y te sabrá mejor.
Reparte tu dicha y la tendrás mayor.
Ellos demasiado pobres y nosotros ¡demasiado ricos!
Vivir significa dar y tomar.
¡Nosotros tomamos demasiado!
(Phil Bosmans, “Las flores del bien”)

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