Ignacio fue aprendiendo a discernir a través de movimientos interiores y alternancias que sentía y experimentaba. Conocemos a un Ignacio mundano, que buscaba el honor y la gloria. El acontecimiento de su herida en Pamplona fue el inicio de su conversión, aunque llegaría más auténticamente durante los 11 meses que vivió en Manresa. Un Ignacio que se encontró viviendo y experimentando sentimientos encontrados y preguntándose qué podían significar esas alternancias de ánimo que descubría y cómo le dejaban interiormente, pues “Cuando pensaba en aquello del mundo, se deleitaba mucho; más cuando después de cansado lo dejaba, hallábase seco y descontento. Y cuando pensaba en ir a Jerusalén, descalzo y pasando otros muchos rigores que veía habían pasado los santos, no solamente se consolaba cuando estaba en tales pensamientos, más aún después de dejarlos, quedaba contento y alegre”. Conocemos
a un Ignacio con capacidad de cambio y libertad para asumir riesgos y buena disposición para responder sin que la prudencia anulara la valentía que le inspiraba el Espíritu.
A través del discernimiento, podemos buscar y hallar lo que más nos conduce a nuestra
realización, tanto humana como espiritualmente. Podemos alcanzar una mayor libertad y generosidad; lograr una capacidad que vaya creciendo como respuesta a los retos que nos plantea la vida. La finalidad del discernimiento espiritual es aprender a vivir en plenitud, con alegría y al servicio del Reinado de Dios. San Ignacio diría que el discernimiento es la base para que la persona viva y se desarrolle guiada por la “ley interna de la Caridad” que es la ley del Amor. Si me falta discernimiento, puedo caer en inventar la realidad y me la creo. Confundir el bien con el mal y el mal con el bien. Absolutizar cosas y personas. Se va la alegría, la esperanza y la confianza, quedándome viviendo una vida sin sentido. No obstante, en todos se da -porque se nos regala- una primera decisión que es la de Dios. A partir de aquí, uno puede preguntarse: ¿Deseo que Dios sea para mí lo más importante en mi vida? Así pues y en primer lugar, se ha de dar el deseo de Dios. Cuando en nuestro interior aparece la intuición de que Dios nos pide
ordenar nuestra vida y nuestros afectos desordenados u otra llamada que pueda aparecer, conviene poner los medios a nuestro alcance y comenzar a caminar con la confianza puesta en Él que es quien lleva toda la iniciativa.
En la vida de Ignacio, la consolación era una «moción» que indicaba siempre un impulso hacia algo, ya que la moción es movimiento y es transformación. San Ignacio iba percibiendo que todo era y venía de Dios, de ese modo fue dando pasos en su realidad vital y percibiendo una íntima unión con el Señor. Es así como comienza a desear colaborar con Dios, se siente en sus manos y pide esa transformación de su vanagloria y soberbia de la que se siente tan necesitado, al mismo tiempo que va gestionando sus propios límites caminando hacia una mayor integración de toda su persona más acorde con Dios y con el Evangelio. Nos dejó los ejercicios para que también descubramos la manera que tiene Dios de hablarnos y comunicarse con nosotros, haciéndose presente y poder descubrirle en todas las cosas.
Isabel Muruzábal
Equipo Misión Espiritualidad CVX-E
Muy interesante, compañeras!! Gracias 😘
Gracias a tí, Guiller. Ahí estamos, ayudándonos unos a otros a caminar en discernimiento. Un abrazo, Ysa
Gracias
Gracias Ysabel