“La silla vacía”

En ocasiones, a lo largo de la vida, nos sentimos injustamente tratados, sumidos en un conflicto o situación que no merecemos y nos surgen las ganas de patalear y gritar.

Es normal, y en estos momentos buscamos aliados, familiares y amigos que nos escuchen y apoyen, nos ayuden y contrasten lo que llevamos dentro.

Sin embargo, siempre que se nos presenta un conflicto, debemos acordarnos de que puede que haya quien esté peor que nosotros, aquél/la cuya voz ni siquiera se escucha, aquella posición que queda escondida, ignorada.

En los roces, no sólo existen dos partes o el blanco y el negro. Existen muchos matices de grises, posicionamientos que ni imaginamos, principalmente, aquellos de los que están marginados, humillados, de los que no pueden ni alzar la voz.

Cuando vayas a abordar un conflicto, intenta escenificar las partes que deberían dialogar y ser escuchadas colocando sillas en círculo, tantas sillas como posicionamientos crees que puede haber. Y no olvides colocar una silla vacía: la de aquellos que ni siquiera tienen voz.

Así, completarás el círculo. ¿Qué me dicen aquellas personas que no pueden posicionarse, ni tener derecho a gritar y patalear? ¿Dónde están y quiénes son los más débiles de este conflicto? ¿Qué me dirían?

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