Tocar la herida con cuidado y respeto

El descalzarse cuando se pisa terreno sagrado es común en muchas religiones. En las que provienen del judaísmo, tiene su origen en el Libro del Éxodo, en el que Dios, desde una zarza ardiente, se dirige a Moisés ordenándole: “Descálzate, porque el lugar en que estás es terreno sagrado” (Éxodo 3:5).  

Tiene sentido: nos calzamos para proteger nuestros pies de lo que hay en el suelo, haciéndolos más duros.  Los protegemos, pero a la vez pueden causar daño con más facilidad.  Por eso, cuando pisamos algo sagrado, al descalzarnos reconocemos su valor y hacemos lo posible para transitar por allí sin causar ningún daño.  Y con ello asumimos un riesgo, el de resultar nosotros mismos heridos.

Sabiendo que los otros nos van a mostrar su herida, y sabiendo lo que a mí me cuesta exponer la mía, debo tocarla, sí, pues es necesario para su curación, pero con el máximo cuidado y respeto.  Sin infligir más daño.

¿Estoy dispuesto/a a mimar las heridas de los demás? ¿Cómo me acerco a ellas? ¿Me preparo y descalzo adecuadamente para ser yo también más puro y auténtico, a la vez que vulnerable?

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